miércoles, 6 de abril de 2016

Deseo oculto: La fotografía de Jesús León



Por Rodolfo Juárez Álvarez



La noche se inaugura con un paseo por lugares no planeados, con un deseo oculto de transitar las calles casi por inercia, casi por costumbre; se inaugura con un flash. Las manos son el instrumento, la cámara, el medio; la intención, captar en imágenes lo que mira el ojo: lo cotidiano, la construcción de la realidad.
La imagen es una construcción del ojo que la mira, que la capta, que la aprehende en el pensamiento para devenir en un mosaico de colores, luego, impresos en papel. Pocas nos transportan a lo cotidiano, al momento preciso en que se da un acontecimiento, entendido éste como la simbiosis tiempo y espacio: la noche, la obscuridad, la desnudez, la nada y el todo, en resumen, lo preciso.
Dotada de esta capacidad, así es la fotografía de Jesús, una perfecta instantánea de la imperfección, de lo simple, de lo constante, de lo diario, del deseo, de lo efímero, de lo desconocido que al final se revela; magia para quien la mira, morbo legítimo para quien la encierra en el recuerdo, juego de sombras, luces, cuerpos, sensualidad.
Las horas pasan en la nocturna ciudad, en sus recovecos, en la serie de fotos que llenan una memoria diminuta, en las manos de Jesús que se adhieren a la cámara mimetizándose. El momento siempre será el pretexto. La noche habla a través de sus instantes, en cada giro de las manecillas del reloj que componen sombras, recuerdos, poemas, vivencias y palabras en imágenes, porque al final, ahí en el tiempo, la noche, siempre será explícita, explícita para el ojo y la cámara de Jesús.

Por Jesús León.

Para ver más de la obra de Jesús León visita:

viernes, 30 de octubre de 2015

"Décima Muerte"




"Décima muerte"


Xavier Villaurrutia



¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.

Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?

Si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
luminosa, eterna y pura,
en materia de diamante.

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber quede ti me adueño,
sentir que muero despierto.

La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será clásico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible acaso,
vivir después de haber muerto.

En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay el misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.

Hasta en la ausencia estás viva:
porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.

Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en la vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!





jueves, 9 de julio de 2015

Historia, ¿un diàlogo con otras disciplinas?
Jesús Romero Mendoza[1]





A manera general en el presente texto se reflexiona en torno a la posibilidad por entablar un diálogo entre la Historia y otras disciplinas de las ciencias sociales. Lo expuesto no tiene la intención de lanzar certezas, sino cuestionar la viabilidad de un diálogo interdisciplinario. Pues a pesar de que la interdisciplinariedad ha estado presente desde hace ya varias décadas, ésta ha venido principalmente de economistas, sociólogos u otro de tipo de investigador que ha incursionado en el quehacer de la historia. Mientras que por parte de los historiadores, pareciera ser, existe desconocimiento o desinterés por integrar conceptos teórico-analíticos de las ciencias nomotéticas para el abordaje de los estudios históricos. El plano en el que se plantea lo subsecuente, es indistinto, pues poder señalar en qué o cuál institución se hace historia fuera de lo tradicional sería arbitrario y conllevaría un mayor trabajo poder delimitarlo.
Para intentar hacer un diálogo de la historia con disciplinas de las ciencias sociales como la sociología, la economía o la antropología, primeramente convendría cuestionarse, ¿cuáles son los intereses de quien escribe? Pues puede existir la disyuntiva de hacer historia con una función social de divulgación “cultural”, lo cual eliminaría el interés por hacer dialogar la historia con otras disciplinas y también existe una segunda vertiente que es la más común, la académica con un mayor rigor metodológico. En el caso presente sólo nos dirigimos hacia esta última, que es la historia enseñada en las aulas universitarias.
En la formación del historiador, además de los diferentes procesos históricos y del método histórico con base al uso de las fuentes documentales para hacer historia, se le ilustra en lo referente a la teoría de la historia. Sin embargo, a diferencia de disciplinas como la Sociología, la Economía y la Antropología, en la Historia, el desarrollo y uso de teorías explicativas para el análisis de la información pareciera ser mínima. A excepción del materialismo histórico, que en años pasados fue la corriente que más permeó en la explicación histórica, no existe un desarrollo de conceptualizaciones teóricas por historiadores para la explicación de los fenómenos socio históricos. Los Annales franceses, son un caso más reciente en el siglo XX de repensar  la forma de hacer la historia, sin embargo,  más que establecer principios explicativos de la historia, fue una apertura a diferentes vertientes para el quehacer histórico.
La inexistencia de principios teóricos en el quehacer histórico, ha permitido mayor versatilidad al historiador y en cierta forma ventaja al estudiar las sociedades, pues a diferencia del resto de ciencias sociales, en la Historia, no se recurre con rigurosidad a algún concepto teórico para explicar cierto fenómeno social.  Fernand Braudel[2] señalaba en algún momento, que la Historia es uno de los oficios menos estructurados de las ciencias sociales y por lo tanto uno de los más flexibles y más abiertos. Sin embargo, con la apertura del estudio histórico de los diferentes componentes sociales impulsado por los Annales, cabe preguntarse por qué no intentar trascender y renovar el quehacer histórico aspirando a dialogar no ya sólo entre historiadores sino con otras disciplinas. Pues así como el conocimiento en general tiende a renovarse derrumbando paradigmas que parecían ser irrefutables, lo mismo debiera ser para la Historia como disciplina.
No es que no exista una vinculación como tal de la historia con otras disciplinas, sino que ésta ha sido encausada generalmente por economistas, sociólogos e inclusive de las ciencias naturales hacia la historia y no al revés. La pertinencia de introducir conceptos teóricos o modelos de análisis venidos de otras ciencias, se puede encontrar en la posibilidad de ampliar el panorama explicativo para enriquecer el trabajo del historiador, pero además con la intención de obtener posibilidades explicativas mediante conceptos en abstracto que pudieran ser argumentados mediante la reconstrucción histórica.
En las ciencias nomotéticas como la sociología y la antropología, existen teorías estructuralistas, funcionalistas o procesualistas, que bien podrían facilitar el abordaje de procesos históricos de corta-mediana duración o el funcionamiento de las sociedades en determinado espacio y tiempo. Como ya se señaló, no es que no existan trabajos de corte interdisciplinario, sino que la interdisciplinariedad, dependiente la línea temática trabajada, debiera ser de la Historia hacia el resto de las ciencias sociales, a manera de echarse mano de otras herramientas teóricas para el trabajo del historiador.
Algunos ejemplos sobre la pertinencia y posibilidad de análisis que podrían proporcionar conceptos de otras disciplinas a la historia, pueden ser los estudios desde los actores sociales y su implicación en cierto proceso o etapa. La significación de las cosas o de los espacios y los flujos de poder que bien podrían ayudar a explicar estudios de historia cotidiana y política. O en otro caso, en el estudio de la relación sociedad-naturaleza en la historia existe la posibilidad de estudiar de forma análoga el funcionamiento social a manera de un organismo vivo, dado que las sociedades humanas no son entes aislados del medio en que se desenvuelven, sino que tienen una dinámica articulada con la naturaleza.
Se vuelve a señalar, no es que aún no existan trabajos interdisciplinarios o no haya historiadores que estén haciendo el salto hacia otras disciplinas, sino que el proceso aún se encuentra lento y los casos aislados, que bien pudieran ser cada vez mayores, se suscitan en el proceso de formación de los cientistas sociales, ya sea que un historiador se alterne en alguna programa de las ciencias sociales o de forma inversa. E inclusive, casos en el que existen casos en el que la vinculación vaya más allá del ramo de las ciencias sociales y sean biólogos u agrónomos (por mencionar algunos) quienes incursionen en las sociales, en este proceso de repensar el conocimiento y problemas actuales que han conllevado a solucionar problemas cada vez más complejos.
La vinculación de la historia con disciplinas de las ciencias sociales conllevaría posiblemente a la construcción de estudios de corte más científico, es decir con estudios con un mayor sustento teórico metodológico. Por tal razón, sería por interés del propio investigador, hacer historia para qué y para quién. No obstante, en la enseñanza de la historia y la formación de historiadores, cabría si bien no la necesidad, sí ver la posibilidad de dar un viraje teórico y epistémico en la forma de hacer historia con la intención de enriquecer el trabajo del historiador y de obtener otras herramientas para el análisis de la información.
Por último, si bien hacer undiálogo de la historia con otras disciplinas es cuestión de interés personal, faltaría mostrar el lado opuesto, el de la función social de la historia, una divulgación para hacer conciencia de masas o dar a conocer la historia a manera de enriquecimiento cultural, haciendo llegar el quehacer histórico en forma amena a la sociedad en general.

Bibliografía:
Braudel, Fernand, La historia y las ciencias sociales, España, Alianza Editorial, 1970





[1] Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y pasante de la Maestría en Análisis Regional por el CIISDER-UAT. Contacto:   xrm88@hotmail.es

[2] Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, España, Alianza Editorial, 1970, p. 117.

miércoles, 10 de junio de 2015

Miembros del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales

Con la finalidad de que conozcan a los miembros y autores que están detrás del CIH-R, presentamos una reseña de sus aportes en el ámbito histórico.

Rodolfo Juárez Álvarez Posgrado en Historia del Arte, UNAM. Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y maestro en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tlaxcala (FOECAT) en el año 2008, ganador de la medalla "Alfonso Caso", UNAM 2011, y del Premio Estatal de la Juventud 2013, en la categoría "Logro Académico". Es autor del libro "Miradas que construyen: los públicos en el torbellino Fílmico de La Escondida publicado en el 2013 por el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura. Ha participado en diversos coloquios nacionales e internacionales y es cofundador-director del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales (CIH-R), agrupación interesada en el rescate, preservación y difusión del patrimonio histórico-cultural de Tlaxcala.





Tania Xochicale Corona Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha participado en coloquios y publicado pequeños artículos semanales durante los festejos del Centenario y Bicentenario de la Independencia y Revolución Mexicana en el periódico Síntesis. Actualmente se encuentra en proceso de titulación de la Maestría en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UATx, pertenece a UNIMA (Unión internacional de Marionetistas) y es miembro cofundador del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales (CIH-R).





Oscar David Mandujano Machorro. Licenciado en Historia, actualmente cursa la maestría en Humanidades en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, en su experiencia laboral se ha desempeñado como docente dentro del nivel básico, nivel medio superior y superior; ha participado en coloquios nacionales  como La Semana del Historiador, Las Jornadas de Antropología e Historia del INAH (Tlaxcala) y en el Coloquio Internacional “Del Mundo Hispánico a la consolidación de las Naciones 1808-1940”, su àrea de investigación se enfoca en la Historia cultural.





Nathaly Varela Baltierra. Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha participado en coloquios y encuentros de estudiantes de Historia a nivel nacional e internacional. Docente de historia en el nivel básico. Ha publicado ensayos y textos literarios en revistas y periódicos locales, como Síntesis Clionautas. Tiene un interés profundo por la cultura japonesa, especialmente por su cine, tema con el cual se tituló. Actualmente es miembro cofundador-subdirectora del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales (CIH-R).





Jesús Romero Mendoza. Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y maestro en Análisis Regional por el CIISDER-UAT. Ha participado en diversos congresos nacionales. Sus ejes temáticos de investigación giran en torno a la historia económica y socio-ecológica. Es miembro cofundador del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales (CIH-R).





Graciela Acoltzi Cocoletzi. Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y especialista en la lectura de escritura antigua del siglo XVI al XIX. Ha participado en conferencias con las temáticas de Revolución, el Carnaval y el Día de Muertos y hasta el momento contribuye en la elaboración de artículos para los órganos de difusión del Archivo Histórico de Tlaxcala. Cofundadora-secretaria del Colectivo de Investigadores Histórico-Regionales (CIH-R).



miércoles, 10 de diciembre de 2014

Tu pasado, mi inconsciente

La herencia arcaica del hombre no comporta sólo predisposiciones sino también contenidos ideativos de las huellas mnésicas que dejaron las experiencias hechas por las generaciones anteriores.    Freud


Hace un par de semanas leí un artículo sobre la historia de la felicidad y es sorprendente cuanto puede cambiar un concepto en tanto –o tan poco– tiempo. En el texto unas palabras llamaron mi atención: nuestros ancestros medievales.  Esta simple expresión me dejó pensando en si realmente asumimos como nuestro el bagaje cultural e histórico y aún más, a sus protagonistas. ¿De verdad sentimos empatía, consideración, afecto o interés por personas que vivieron hace más de un siglo?
    La respuesta sin duda depende de muchas situaciones –y seguramente habrá multitud de ideas al respecto– pero en general,  más allá  de los historiadores y de otros estudiosos del pasado no observo ni un ápice de interés. Me parece también que es importante observar en qué lugar se pone al pasado, si es en un espacio de añoranza y de “lo mejor que me pasó” o como un tiempo de sufrimiento; de esto dependerá la relación que cada persona tenga con el pasado su pasado y con el nuestro. Ya que si las personas no se interesan por su historia familiar, mucho menos lo harán por la historia de su región y no se diga del país, del continente o del mundo. Sea o no así, lo que importa es cómo podemos generar en la sociedad un vínculo con su pasado histórico. 
     En un intento de explicarme el “porque no”, saltaron a mi mente las consideraciones de parentesco, pertenencia, otredad, memoria y un largo etcétera. Sin embargo, la interrogante se quedó vagando  hasta que casualmente llego a mis manos un libro llamado ¡Ay, mis abuelos! Lazos transgeneracionales, secretos de familia, síndrome de aniversario, transmisión de los traumatismos y práctica del genosociograma (1988) de la psicoanalista francesa Anne Ancelin Schützenberger. Esta causalidad me devolvió la curiosidad y la llevó a un lugar inexplorado.
      En esta obra Schützenberger nos acerca a los alcances de psicoanálisis, a través del desarrollo y abordaje de la “terapia transgeneracional psicogenealógica contextual”, que es un método terapéutico que incita al trabajo con lazos familiares, enfocándose en la transmisión de valores y creencias a nivel inconsciente. Según los que la practican, conociendo estos datos se pueden solucionar conflictos psicológicos y enfermedades físicas a un nivel más profundo. 
      La autora nos da un repaso sobre su base teórica y metodológica. Como parte de ésta encontramos a Sigmund Freud quien en su libro Tótem y Tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos (1913) expresaba: 
Postulamos la existencia de un alma colectiva (…) [y, que] un sentimiento se transmitiría de generación en generación vinculándose a una falta (de la cual) los hombres ya no tienen consciencia ni el menor recuerdo. 

     Esta "alma colectiva" sería posteriormente retomada por Carl Gustav Jung, quien daría el nombre de "inconsciente colectivo" afirmando que en él se acumula la experiencia de lo humano, por lo que es innato y existe fuera de todo rechazo y expriencia personal. 
Hacia 1948 surge la terapia familiar a raíz de las investigaciones de Frieda Fromm- Reichmann, quien filma a pacientes esquizofrénicos y a sus familias, integrando ambas partes en el proceso terapéutico.
     En la década de 1960, Françoise Dolto y Nicolás Abraham hablarían de la  transmisión transgeneracionalde conflictos no resueltos (odios, venganzas), de secretos, de los patrones de comportamiento y elección repetitivos, por ejemplo la profesión.
     Jacob Levy Moreno encuentra una forma de hacer visibles estas relaciones a través de lo que él llama átomo social. Este se representa en una pizarra en la que es fundamental el orden y espacio en que el sujeto examinado se sitúa y coloca a los miembros de su familia, amistades, parejas, colegas, etc., ya que se ubicará a las personas a una distancia particular según cada relación. Con esto se pueden observar las filiaciones, los afectos y también los quiebres o descontentos.
     Para 1978, Henri Collomb propone la técnica del genosociograma, misma que permite una representación afectiva desde el árbol genealógico familiar, tomando en cuenta características como: nombres, lugares, fechas, marcas y principales sucesos de vida (nacimientos, bodas, fallecimientos, enfermedades importantes, accidentes, traslados, ocupaciones, jubilación). Una especie  de genealogía histórica, en la que se trataban los vínculos familiares de manera más completa. 
       Ivan Boszormenyi-Nagy fue quien da los conceptos claves para el transgeneracional. Argumenta que las relaciones son un nexo mucho más significativo que los modelos comunicados, ya que a través de estas los ancestros transmiten a la posteridad lo que fue su vida. Además reconoce al individuo como un ser biológico y psicosocial cuyas reacciones están determinadas tanto por su propia psicología como por las reglas del sistema familiar, inicialmente.
       Por su parte Schützenberger nos comparte su forma de abordar la terapia, en la que se propone analizar entre 7 y 9 generaciones -lo que equivale a la historia de al menos dos siglos-. Toma en consideración la reflexión y asociación de conocimientos psicológicos, sociológicos, económicos, históricos y artísticos para hallar la estructura, configuración, o patrón de la vida familiar y personal del paciente, en el contexto y en el lenguaje propio y respectivo. Un punto a favor es que ésta psicoanalista aporta ejemplos de su propia vida, facilitando el entendimiento del gran entramado que es la psique humana.
     Este libro fue todo un descubrimiento para mí. Sumergirse en el universo del inconsciente es alucinante y sobre todo poder comprender estos procesos intangibles y sus repercusiones individuales y sociales. Pero este análisis me sobrepasa y aún al término de esta lectura, me encuentro sin una propuesta y con muchas más inquietudes, aun así creo que el ejercicio funcionó. Primero porque me di cuenta que nunca antes tomé la atención debida a mi pasado familiar, por lo que ahora estoy en el proceso de unir las piezas, de buscar los faltantes, y de restaurar lo que sea necesario. Después porque observé que esta es una manera para demostrar que el pasado no es un ente ajeno, no es algo muerto, sin importancia, sino que además de mirarlo en documentos, en edificaciones o en objetos, está también dentro de nosotros en una memoria biológica y psicológica ancestral.  
    Esta perspectiva del pasado y de la historia nos apunta a que existe una conciencia colectiva de la que tendríamos mucho que explorar y reconocer. Finalmente dejo abierta la reflexión y propongo que revisen la obra. 


Elvira Elena Vázquez Chacón
Licenciada en Historia





“Sin título”, imagen publicada en publicdomainarchive.com
citada por Hatt Jobbs, 11 de noviembre 2014.

lunes, 18 de agosto de 2014

VIOLÁCEO*


Javier, era un hombre alto y recio. Su piel morena resaltaba los ojos verdes que había heredado de su madre, tenía dientes blancos y parejos. Contrario a esa pulcritud, su cabello oscuro se entrelazaba en rizos despeinados que le daban un aspecto enmarañado y sucio. Le decían “Torero”, aunque era un paria su aspecto viril denotaba una personalidad fuerte, decidida. Caminaba con tanta rectitud que parecía exagerada; ésta singularidad le había valido el apodo. Siempre estaba mirando de frente, era un ser analítico y sus ojos claros, como un vaivén continuo lo observaban todo; principalmente a las mujeres jóvenes. Javier, era una persona hermosa. 
        Llevaba caminando un buen rato desde que se había adentrado a la penumbra del cementerio local. La luna, envuelta en una fría oscuridad, parecía ser su única testigo. Sintió inquietud y metió la mano en la bolsa de su roja chaqueta desgastada, buscó el rosario que le obsequiaron los trabajadores del comedor público y lo estrujó para tranquilizarse, recordando los rezos que le enseñaron para antes de comer. Le gustaba ir allá por los platos de colores en que servían la comida, eran muy parecidos a los que tenía su madre.
El vaho que exhaló se perdió entre el aire gélido que al aspirarlo le provocaba ardor en las fosas nasales, en el hombro cargaba un costal con una pala, un pico y una linterna. Se detuvo y soltó el costal, estaba frente a la tumba y pensó que su elección había sido obra del destino. Un día antes, bajo el sol de mediodía, se había recostado sobre una tumba para beber el trago diario mientras observaba el entierro de la joven. Fue un infarto, debiste verle la piel amoratada; le oyó decir a unas señoras que pasaban junto a él.
Entre la negrura de la noche comenzó a aflojar la tierra con el pico, sus músculos se tensaron por el esfuerzo, su corazón se aceleró con cada golpe dado al suelo. El Torero trabajaba esporádicamente como enterrador así que el trabajo no se le dificultó, después de cavar un rato alcanzó a golpear la tapa del ataúd. Al abrirlo se liberó el aroma del formol y sintió embriagarse con el perfume de la mujer que tenía enfrente. Colocó la linterna en la esquina del ataúd y la encendió alumbrando el rostro de la joven.
Al verla sintió ternura, sus rasgos finos poseían gracilidad, parecía dormir tranquila. Se parece bastante a ella, pensó. Acercó su mano al pecho de la joven y le pareció sentir un palpitar acelerado. No estaba demasiado maquillada, eso le gustaba porque podía ver el pálido color de su piel, el violeta de sus labios rígidos.
Se deleitó con lo que para él era una suave boca, la mujer no objetó nada ante el primer beso y entonces siguió besándola suavemente. Pasó sutilmente su lengua sobre los labios, sentía que en cada beso aceptado la joven le otorgaba una parte de sí misma. No podía haber mujer más bella para él, la paz que poseía lo estimulaba. Ella llevaba puesto un vestido púrpura, viéndola tan elegante pensó que sin duda alguna se había arreglado para él. Desabotonó el vestido cuidadosamente y la desnudó, acarició el cuerpo blando, pasó sus dedos ásperos por la fría piel y sintió un calor intenso que se transmitía cada vez más fuerte. Besó cada centímetro de ella, absorbió cada partícula de su esencia.
Conforme la acariciaba fue descubriendo las ramificaciones de venas amoratadas, se parecían a los botones florales de primavera que al abrirse se convierten en ramilletes, de esos que se les dan a las amadas. Le dio un beso a cada marca. Al llegar a la cintura la acarició, sacó una licorera de su saco y vertió el contenido sobre el vientre, le excitaba lamer el alcohol de esa parte. Al hacerlo entonó la melodía que su madre le cantaba para dormirlo antes de recibir a sus clientes. También a ella le besaba los moretones que algún hombre dejaba como recuerdo de superioridad y para hacerle saber que ella sólo era un objeto.
Una urraca voló de entre las ramas de un sauce llorón, sin inmutarse observó de nuevo a la joven, besó con más fuerza el blanco vientre pensando en que era un exquisito manjar. Ya no podía detenerse, la miró como pidiéndole la entrega definitiva y en su silencio leyó su aceptación. Alzó las delgadas piernas femeninas y las dejó caer a los costados, sonrió al ver la invitación que ella le hacía para probar de la cavidad de néctar lechoso.
Mientras la penetraba, pensó: Esto es amor, lo sé. Porque en cada beso y caricia, en cada palabra que no te digo te estoy amando como a nadie. ¿Lo sabes verdad? Sabes que al hacerte el amor estás rezando conmigo, pidiéndole a Dios que nos vea como ve a sus ángeles. Y nos mira, yo lo sé, porque cuando estallamos de placer él nos bendice.
El cuerpo muerto pareció moverse, Javier adoró que ella se estremeciera por estar con él. Lentamente el cielo comenzó a cambiar de coloración, alzó la mirada y pensó que las variaciones violáceas del cielo eran como el cuerpo de su amante. Supo que debía irse y la vistió con el mismo cuidado con el que la había despojado. Sólo le puso una zapatilla porque la otra serviría para recordarla, tal y como lo había hecho con sus otras mujeres. Besó la violeta que había cortado para ella y la dejó sobre el pecho. Cerró el féretro.


El sol cubrió su cara como un manto, Javier llegó al comedor de la iglesia y recargó sus codos en la mesa, cerró los ojos. Con el rosario en las manos comenzó a rezar una plegaria. Olfateó la comida insípida que tenía enfrente, sus ojos tuvieron un brillo extraño y sonrió confiado, se la habían servido en el mismo plato purpúreo de la vez pasada. 

Nathaly Varela Baltierra
femme_fossil@live.com.mx


Autor: Takato Yamamoto

Para saber más sobre su obra visita 
http://www.yamamototakato.com/


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*Relato ganador del Primer lugar en la categoría de Cuento del festival La muerte tiene permiso 2013, bajo el seudónimo de Nina Buko.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cristiada y Los Últimos Cristeros: entre el heroísmo y la soledad.




Cristiada[1] y Los Últimos Cristeros:[2] entre el heroísmo y la soledad.

El error más grande y más común al ver una película histórica es creer que lo expuesto en pantalla es real y que debemos sólo situarlo en la ubicación y temporalidad del relato. Si bien partimos de un hecho histórico, las diferentes historias y anécdotas surgidas de éste, no reproducen fielmente una verdad histórica. Falta de  conocimiento e interés en la historia mexicana también contribuye a la creación de mitos y conformarnos con una historia idealizada del celuloide.
Más aún cuando el tema elegido por estas dos películas, es un tanto desconocido. Ambas películas toman el tema de la cristiada o los cristeros, un conflicto entre Iglesia-Estado, que no tardo en involucrar a las masas más desfavorecidas. La iglesia había sido una amenaza para el gobierno surgido de la revolución, pues obstaculizaba la centralización. El estado se dedicó a regularizar el número de iglesias y sacerdotes, quitarle  presencia jurídica, así como prohibirle al clero el derecho a votar, comentarios públicos, y de intromisión en la educación. Dicha situación causó la polarización entre iglesia y el estado, causando, en 1926, el cierre de las actividades religiosas. Se comenzó entonces una serie de levantamientos dispersos y espontáneos en todo el país que daría fin oficialmente en 1929, sin embargo, los últimos cristeros los podemos ubicar a finales de los años treinta. La prolongación del conflicto tiene que ver con intereses diversos, pero los realmente afectados fueron las masas creyentes. Ni el estado, ni la iglesia dimensionaron el conflicto.
Cristiada o For Greater Glory (2012) del director Dean Wright narra los acontecimientos ocurridos de 1926 a la muerte del General Enrique Gorostieta, quien ha sido contratado por “la Liga” para comandar a los cristeros.
Siendo una película mexicana,[3] es rodada en inglés; es  ambiciosa y  trata de colarse entre el público de esta habla. Pretende ser didáctica, sin embargo, al tener una temporalidad amplia no deja de ser un filme que cuenta _más no instruye_, las hazañas de Gorostieta y la fe de los cristeros como el caso de José Sánchez del Río; construye héroes  más no personas.
Curiosamente el estreno de la película Cristiada coincide con la visita del Papa Benedicto XVI a México en abril del 2012 y de las futuras elecciones presidenciales, y que de alguna manera contribuye a la exaltación de la fe y la configuración esperada del dictador Plutarco Elías Calles,  que como sabemos fue creador del partido oficial que gobernó al país por más setenta años.
La fotografía y la ambientación son buenas, dado el presupuesto de 110 millones de pesos,[4] la caracterización esforzada, pero  poco se logra cuando el contenido y el alcance ya están moldeados. Por otra parte deja el tema de “la Liga” siendo la responsable de las negociaciones, administración de recursos y que en cierto punto generó desconfianza entre los cristeros, la muerte de Gorostieta, de las  luchas internas por el control del movimiento, relaciones con Estados Unidos y por último de los convenios para la paz.
Del otro lado del lente encontramos, Los Últimos Cristeros (2011) del director Matías Meyer, quien es hijo del historiador especialista en el tema Jean Meyer. Matías presenta una visualización, temporalidad y personajes diferentes.
La película está basada en la novela Rescoldo[5] de Antonio Estrada, obra histórica y biográfica donde el autor narra las vivencias de su papá el Coronel Florencio Estrada, quien con su familia y seguidores formaban parte de la resistencia al final del conflicto.
Matías Meyer estuvo consiente que era un tema amplio, sus limitaciones y que debía rescatar la esencia del movimiento cristero.  Tuvo a su favor la asesoría de su padre, el experto.
El filme es sencillo: poca producción, actuaciones amateur, breves diálogos, etcétera, sin sacrificar la sustancialidad del movimiento. Al contrario que en Cristiada no encontramos las grandes batallas y rostros conocidos del cine, no expone el sacrificio, sino la lealtad a sus ideales. Muestra a los cristeros de carne y hueso, decepcionados por la iglesia más no por su fe, situaciones de la vida cotidiana, las canciones, los rezos, la soledad que han decidido vivir, con poco parque, perseguidos, la realidad de un movimiento desarticulado y traicionado.
Escenas de cámara fija y paisajes entre cerros se aplauden del filme: una clara idea del movimiento en guerrilla, no en las grandes ciudades o campos abiertos. Por otra parte, si bien logra rescatar todos estos símbolos e imágenes que nos hacen familiarizar con los cristeros, tiene muy pocos diálogos, lo cual provoca que si no estás familiarizado te resulte aburrida o sin sentido. No nos cuenta, más sí recrea la atmosfera para darnos una idea de la supervivencia de los últimos cristeros.
Ambas películas, diferentes entre sí, encontraran su público: Cristiada para los que creen que un hecho histórico dura tan sólo dos horas y lo protagonizan tiene héroes y villanos; Los Últimos Cristeros, para aquellos que creen que aún nos falta revisar particularidades de la historia de México.[6]

Gilberto Lima Pérez.

Ilustración 1CristiadaDean Wright, 2012. Fuente: http://www.cristiadapelicula.com

Ilustración 2. Los últimos cristeros. Matías Meyer, 2011. Fuente: http://www.losultimoscristeros.com


Bibliografía:
“Cristiada la más cara de México” en Record, 18 de abril, 2012.

Antonio Estrada, Rescoldo, ediciones encuentro, 2010.

Jean Meyer, El conflicto entre la iglesia y el Estado, Siglo XXI, 2005.

Películas:
Dean Wright, Cristiada, 2012.
Matías Meyer, Los Últimos Cristeros, 2011.
Sitios Web:
http://www.cristiadapelicula.com
http://www.losultimoscristeros.com
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[1] Dean Wright, Cristiada, 2012.
[2] Matías Meyer, Los Últimos Cristeros, 2011.
[3] Pablo José Barroso es productor de Cristiada, y ha participado en otras películas como Karol, Casia, Guadalupe y La leyenda del tesoro. Películas que toman como eje central la religiosidad y la fe.  http://www.religionenlibertad.com
[4] “Cristiada la más cara de México” en Record, 18 de abril, 2012.
[5] Antonio Estrada, Rescoldo, ediciones encuentro, 2010.
[6] Entre algunas de las recomendaciones dentro de la industria cinematográfica sobre el tema cristero, podemos mencionar La guerra santa, del director Enrique Taboada, (1977), donde la película hace una crítica hacia las posturas contradictorias de la Iglesia y deja entre ver una manipulación de las masas religiosas por parte de las elites religiosas; Sucedió en Jalisco, del director Raúl de Anda, (1947),  donde a mi criterio es la que más acerca al movimiento cristero, muchas veces dominado por caciques locales, Iglesia y estado rebasados por la fe de los cristeros,  familias divididas,  una religiosidad por parte del ejército federal (pues aunque luchaban contra los cristeros, no luchaban en contra de su religión y por eso muchas veces desertaban), particularidades como causa del movimiento, carestía y tipos de cristeros.