miércoles, 18 de septiembre de 2013

Discurso: Premio Estatal de la Juventud, Tlaxcala 2013

Discurso: Premio Estatal de la Juventud, Tlaxcala 2013 
Leído el 3 de septiembre de 2013 en el “Salón Rojo” del Palacio de Gobierno frente a las autoridades estatales.

Distinguidas autoridades que nos acompañan, estimados compañeros, público en general…

Mi nombre es Rodolfo Juárez Álvarez, soy originario del municipio de Zacatelco. Nací un 30 de agosto de 1984, hace ya 29 años. Soy el menor de dos hermanos que crecieron en un entorno matriarcal, donde bisabuela, tía y madre (soltera) nos dieron educación a pesar de las condiciones económicas.

Me considero un joven afortunado, afortunado como todos los que nos encontramos reunidos en este momento y a quienes se nos reconoce hoy nuestro gran esfuerzo por destacar y superar situaciones adversas. Me considero afortunado, además, por pertenecer a un espacio tan lleno de historia y arraigo cultural como lo es nuestro estado, y finalmente, me considero afortunado por encontrar en los caminos de Clío, la musa de la historia y la poesía heroica,  mi verdadera vocación.

Me llena de orgullo ser el tercer historiador que recibe este reconocimiento en menos de cuatro años, lo que me hace no suponer sino afirmar, que los historiadores tenemos mucho que decir y aún más por trabajar; que tenemos un pasado por reconstruir, no solo para educar en nuestro presente sino para proyectar nuestro futuro.

Es una gran responsabilidad estar en este momento frente a ustedes para enunciar algunas palabras que tengan como fin principal generar eco en nuestra juventud tlaxcalteca, más aún, porque el espacio en el que nos encontramos ha resguardado infinidad de decisiones importantes para el devenir de nuestro estado. Para lograr el objetivo, me permitiré usar tres conceptos básicos para acotar las razones del cómo y el por qué todos nosotros, jóvenes, estamos aquí; estos conceptos son esfuerzo, compromiso y lealtad.

Ya lo decían nuestros padres y abuelos “sin esfuerzo nada se logra”, y efectivamente, el esfuerzo que por añadidura es desvelo, trabajo, dedicación y entrega, siempre trae su recompensa; quienes estamos aquí para recibir tan importante premio somos la síntesis de todo lo anterior. Qué sería de nosotros sin el esfuerzo que nuestros padres, hermanos, compañeros, maestros han hecho por nosotros; o sin el esfuerzo de “algunos” buenos gobiernos para llevar equidad, trabajo y justicia a sus habitantes.

Esforzarse por y para algo reduce nuestras horas de descanso pero no las de sueño. Soñar, como ejercicio de psique, nos permite construir un mundo de irrealidad que muchas veces deviene en todo lo contrario, es decir, en realidad y certeza. Para algunos de nosotros, cada uno de los logros obtenidos ha comenzado como eso, como sueños, y como una realidad que sólo con esfuerzo se alcanza.

Compromiso, también es sinónimo de obligación, deber y trabajo, palabras clave en nuestro presente. No conozco a nadie que no haya realizado una u otra, pues desde nuestros primeros pasos tenemos el deber, la obligación y el compromiso de hacer, de hablar, de correr, de reír, de continuar. Me parece que no hay compromisos más grandes que los que adquirimos con nuestros padres, con nuestra educación, con las personas que se ama, así como con nuestro país y sus instituciones, en resumen, los compromisos son obligación de individuos y ciudadanos que cumplen una función social y cívica.

Hoy más que nunca, jóvenes, estamos comprometidos con nuestro país a través de la concientización y de la sensibilización ante una realidad cambiante y compleja que nos demanda tomar una postura a través de acciones en pro de la mejora social y de la equidad en todos los niveles; necesitamos atención y acción más que desidia y apatía.

Somos desde ya protagonistas de un momento histórico que nos demanda actuar de manera justa, libre de prejuicios y propositivamente, para nosotros, para nuestro país.

La lealtad, por último, sugiere también el ejercicio de honradez, honestidad y rectitud, características que hacen _o harían_, de la sociedad un “lugar” más justo. Sin distinción de raza, religión, preferencia sexual o afiliación partidista, la lealtad debería ser un principio incorruptible, sobre todo en nosotros los jóvenes, por ser ese motor de cambio y la esperanza de un país más justo en el que pocos, o quizá muchos, ya estamos trabajando. Seamos leales a nuestros principios, a nuestros valores, a nuestras obligaciones ciudadanas y a quienes han hecho germinar en nosotros ese valor humanista de respeto por la vida.

Esfuerzo, compromiso y lealtad son conceptos inseparables de todo individuo consciente, sensible y congruente; de todo ciudadano honesto, libre y equitativo; de toda autoridad recta, visionaria y justa; de todo mexicano y tlaxcalteca que mira hacia el futuro desde el presente y el pasado.

Para ir finalizando quisiera traer a este discurso a un personaje cuya historiografía regional y nacional no le ha prestado la atención necesaria para honrarle con justicia; me refiero al General Domingo Arenas Pérez, originario de Zacatelco, de quien hace algunos días celebráramos su aniversario luctuoso. Estoy seguro que si alguien pudiera ser ejemplo de los tres conceptos básicos antes enunciados sería éste célebre personaje por distintas razones: por su origen y condición social, por su concepto de sociedad equitativa, por su compromiso con el devenir nacional en un marco no sólo regional sino internacional y por sentar las bases de una repartición justa de la tierra, acto similar que treinta años más tarde hiciera el General Lázaro Cárdenas.

El General Arenas vislumbraba una sociedad en la que los más desprotegidos pudieran tener igualdad de oportunidades y sus descendientes gozaran de esos frutos. Hoy, somos nosotros los responsables de que esta visión de sociedad pueda materializarse; somos la fuerza intelectual que debiera sentar las bases de un cambio que nos permita ser mejores tlaxcaltecas y mejores mexicanos.        

      Reconozco, valoro y aplaudo los esfuerzos del gobierno y sus instituciones para la mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero no es una tarea fácil, ni sólo de su responsabilidad, pues nos confiere, mayormente, a todos los que habitamos este pequeño y gran estado.

Para concluir quisiera dar voz a las palabras de Domingo Arenas cuando informaba al general Emiliano Zapata sobre el estado de su división el 15 de septiembre de 1916; en estas palabras se destaca el carácter noble de los sureños, pero bien pudiera describir el carácter de todos los tlaxcaltecas:

“Nosotros los indios tenemos que triunfar porque todas nuestras generaciones y nosotros hemos asimilado la fuerza de las fieras de los montes, la firmeza del basalto inconmovible, la resistencia de las raíces que soportan la presión de la peña que rueda y la divina ternura de la canción de los bosques…aquí, es refugio de libres y sinceros revolucionarios…”

Muchas gracias.


Rodolfo Juárez Álvarez
Ganador en la categoría
“Logro Académico”