Rodolfo Juárez Álvarez
Mtro. en Historia del Arte
rodolfojuarez1@gmail.com
Mtro. en Historia del Arte
rodolfojuarez1@gmail.com
Las impresiones visuales dominan
el mundo, ¿no es acaso en esta realidad diaria donde nos parecen lo más simples
y normales? Nos rodean, nos llaman la atención, nos ofrecen a los ojos
productos, modos de entender el entorno, propagandas políticas, nos impresionan
o engañan. Es la magia de las líneas, colores, luces y sombras que se imprimen,
envían por correo electrónico, adornan nuestra ropa, entorno, hogar o almacenamos
con recelo en el celular.
El poder de las
imágenes es una bondad por demás conocida, desde la antigüedad, desde aquel
momento en que el hombre simplificó su forma de ver el mundo-cosmogonía-mito,
en las cuevas (arte rupestre); desde los primeros símbolos, desde las imágenes
de hazañas y proezas militares, conquistas, guerras. Y si antes de la historia
escrita existieron las imágenes ¿será acaso que nos hemos cerrado a la
importancia de las mismas? ¿Habremos sido negados a una construcción visual del
mundo? Y si algunos dicen que la historia la “escriben” los triunfadores,
conquistadores y poderosos ¿no será acaso que algunos otros han recuperado la
historia en imágenes? Y de ser así, ¿quiénes han sido?
Debería ser un pecado
para mí omitir todas esas crónicas, datos e historias donde la imagen ha sido
protagonista para centrar mi atención en el mundo que éstas nos han heredado,
en los años donde la comprensión, comunicación y entendimiento del, para y el
mundo se ha reducido a un click del mouse. No obstante, me parece obligado
recurrir a esta visión en virtud del tiempo y del espacio.
En
las últimas dos décadas el mundo de la tecnología ha dado saltos inimaginables.
Quienes hemos vivido esas transiciones sin duda entenderemos el diálogo, los
que no, quizá encuentren aquí los antecedentes de lo que en sus bolsillos guardan.
De las computadoras que ocupaban grandes almacenes, a las mini laps y tablets;
de los teléfonos personales que marcaban un estatus social (¿quién no recuerda
el de Zack Morris en Salvados por la
campana?), a los celulares minis, que caben en el bolsillo y hoy están al
alcance de la mayoría de la población; de las cámaras que bajo el argumento de la
“urgente vista de la foto” guardaban cartuchos enormes de revelado en “minutos”,
a las digitales contra el agua, de alta resolución o de disparo automático
cuando la sonrisa de los protagonistas sucede; del disco de acetato a los
casetes, después a los cd´s, mini cd´s, y actualmente, a las memorias usb, o
más pretenciosamente los ipods que guardan no menos de 500 canciones.
Todas
estas tecnologías han respondido a la necesidad del hombre de hacer la vida más
cómoda, las tecnologías más portables, de facilitar la comunicación y acelerar
la necesidad _por no decir la urgencia_, de oír (música),
de comunicarse (redes sociales-familiares), de ver (fotos y videos). Es
entonces cuando habremos de meter la mano al bolsillo del pantalón o la
chamarra, al bolso, a la mochila y extraer uno de los mecanismos que nos permita
satisfacer alguna de las necesidades ya dichas, o por qué no, satisfacerlas
todas. Lo más probable es que en la necesidad de estar comunicado, oír y ver,
tengamos el gusto de ser dueños de un “súper celular” que cumpla todo esto.
Curioso es saber que la finalidad primera del celular fuera la de comunicarnos
de manera auditiva, sin embargo, actualmente satisfaga otros sentidos: nuestra
vista (aplicaciones visuales), nuestro tacto (mecanismos táctiles) y no menos
importante, nuestro sentido “estético” (un celular bonito, acorde a la
personalidad y al bolsillo). Muy pocos renuncian a este último sentido. Amigos
o incluso nosotros mismos antes de adquirir un celular o al ver el de alguien
más preguntamos ¿qué tal saca las fotos? o ¿de cuántos megapíxeles es? y ¿sirve
para música? ¿cuánta capacidad tiene?
El celular, en los
últimos años, ha minimizado la utilidad de las cámaras fotográficas (no así al entusiasmo
de algunos fotógrafos y aficionados) y desplazado a algunos otros medios de
comunicación como la computadora, pues ahora ya no es necesario ir a un ciber o
encender nuestra pc de escritorio para mandar correos, checar el Facebook o
enterarse de las noticias más actuales; ha también convertido a los walkman,
discman y mini radios en obsoletos y penosos artefactos para escuchar música.
Se han vuelto, algunos celulares, almacenes de sonidos, programas, información
y sobre todo, imágenes: de familia, de paisajes, de acontecimientos que
pensamos importantes, de noticias, de nosotros, de todo.
Hoy
en día volvemos la mirada a las imágenes, pero no sólo a las que producen
aquellos que han construido la historia escrita, y que por ende, también han
hecho imágenes, sino a las múltiples expresiones que las usan para
manifestarse: cine, fotografía, caricatura, televisión y un largo etcétera donde
destaca “el celular” que capta mucho de lo anterior (video, fotografía, señal
de televisión). ¿Será que entonces tenemos en nuestras manos un mecanismo capaz
de encapsular un trozo de la historia,
que como testimonio, tomamos, guardamos y compartimos? Así como ese
largo etcétera anterior guardó múltiples formas de crear imágenes,
recuperarlas, preservarlas y difundirlas ¿no será que estamos entonces
negándonos al protagonismo de la recuperación del pasado de diversas maneras,
simples, básicas y además, cercanas a nosotros? Es esa la importancia que ha
venido en detrimento por la comodidad y las respuestas fáciles.
Salta inmediatamente
a la escena otras preguntas ¿si es que tenemos en nuestras manos una genialidad
tecnológica ¿qué postura deberíamos tomar los que construimos el pasado a
través de las imágenes? ¿Y qué pasará con aquellos que se han anquilosado en la
construcción de un pasado únicamente escrito? ¿qué tipo de Historia deberían
enseñar en las escuelas y universidades, una visual, escrita, o la fusión de
ambas? Las imágenes lanzan desafíos a las ciencias humanas, y retan a los
historiadores _y por qué no decirlo, a todos los que usamos las
imágenes para comunicarnos_, como ya lo ha mencionado Robert A.
Rosenstone en su libro La historia en
imágenes/ la historia en palabras: reflexiones sobre la posibilidad real de
llevar la historia a la pantalla (Barcelona, 1997).
Concluir es también
invitar a la continuación del diálogo, en este sentido, se abre una brecha para
una larga discusión. Ojalá el tiempo asigne respuestas parciales a problemas comunes ya que en las “no certezas”
están los motores de la reinterpretación del conocimiento. Ojalá que nuestros
ojos no se vuelvan ignorantes ante fenómenos cotidianos y permitan, cada que
saquemos del bolsillo nuestros más avanzados sistemas tecnológicos, razonar la
importancia que éstos adquieren y los alcances que para nosotros los hacedores
de historia, pueden tener.
¿Qué visión de la
tecnología portable y del protagonismo de las imágenes tienes ahora?
Exelente Articulo Mestro Rodolfo, Un abrazo.
ResponderEliminarMe atrapo su prosa Mtro. Rodolfo, sencillamente me transporto.
ResponderEliminarPor otro lado mi postura de hoy y siempre hacia la tecnología portable seguirá siendo la misma debería ser un objeto más simple, pero no podemos negarnos al avance tecnológico "aquel que no lo maneje quedará obsoleto" mencionan algunos, sin embargo debemos prestar atención al uso del mismo, tanto poder debe ser utilizado con mayor responsabilidad.
Exquisito su trabajo mi gran maestro, saludos, muy buena labor de su grupo
ResponderEliminarTenemos herramientas que no debemos desaprovechar como el uso de la tecnología... Ya que en un tiempo posterior pueden ser testimonios de nuestros tiempos...
ResponderEliminarGracias Rodolfo...
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