sábado, 3 de noviembre de 2012

El pasado en imágenes portátiles: Algunas, muy pocas, reflexiones.


                                                                                             Rodolfo Juárez Álvarez
                                                                                               Mtro. en Historia del Arte
                                                                                            rodolfojuarez1@gmail.com


Las impresiones visuales dominan el mundo, ¿no es acaso en esta realidad diaria donde nos parecen lo más simples y normales? Nos rodean, nos llaman la atención, nos ofrecen a los ojos productos, modos de entender el entorno, propagandas políticas, nos impresionan o engañan. Es la magia de las líneas, colores, luces y sombras que se imprimen, envían por correo electrónico, adornan nuestra ropa, entorno, hogar o almacenamos con recelo en el celular.
El poder de las imágenes es una bondad por demás conocida, desde la antigüedad, desde aquel momento en que el hombre simplificó su forma de ver el mundo-cosmogonía-mito, en las cuevas (arte rupestre); desde los primeros símbolos, desde las imágenes de hazañas y proezas militares, conquistas, guerras. Y si antes de la historia escrita existieron las imágenes ¿será acaso que nos hemos cerrado a la importancia de las mismas? ¿Habremos sido negados a una construcción visual del mundo? Y si algunos dicen que la historia la “escriben” los triunfadores, conquistadores y poderosos ¿no será acaso que algunos otros han recuperado la historia en imágenes? Y de ser así, ¿quiénes han sido?
Debería ser un pecado para mí omitir todas esas crónicas, datos e historias donde la imagen ha sido protagonista para centrar mi atención en el mundo que éstas nos han heredado, en los años donde la comprensión, comunicación y entendimiento del, para y el mundo se ha reducido a un click del mouse. No obstante, me parece obligado recurrir a esta visión en virtud del tiempo y del espacio.
            En las últimas dos décadas el mundo de la tecnología ha dado saltos inimaginables. Quienes hemos vivido esas transiciones sin duda entenderemos el diálogo, los que no, quizá encuentren aquí los antecedentes de lo que en sus bolsillos guardan. De las computadoras que ocupaban grandes almacenes, a las mini laps y tablets; de los teléfonos personales que marcaban un estatus social (¿quién no recuerda el de Zack Morris en Salvados por la campana?), a los celulares minis, que caben en el bolsillo y hoy están al alcance de la mayoría de la población; de las cámaras que bajo el argumento de la “urgente vista de la foto” guardaban cartuchos enormes de revelado en “minutos”, a las digitales contra el agua, de alta resolución o de disparo automático cuando la sonrisa de los protagonistas sucede; del disco de acetato a los casetes, después a los cd´s, mini cd´s, y actualmente, a las memorias usb, o más pretenciosamente los ipods que guardan no menos de 500 canciones.
            Todas estas tecnologías han respondido a la necesidad del hombre de hacer la vida más cómoda, las tecnologías más portables, de facilitar la comunicación y acelerar la necesidad _por no decir la urgencia_, de oír (música), de comunicarse (redes sociales-familiares), de ver (fotos y videos). Es entonces cuando habremos de meter la mano al bolsillo del pantalón o la chamarra, al bolso, a la mochila y extraer uno de los mecanismos que nos permita satisfacer alguna de las necesidades ya dichas, o por qué no, satisfacerlas todas. Lo más probable es que en la necesidad de estar comunicado, oír y ver, tengamos el gusto de ser dueños de un “súper celular” que cumpla todo esto. Curioso es saber que la finalidad primera del celular fuera la de comunicarnos de manera auditiva, sin embargo, actualmente satisfaga otros sentidos: nuestra vista (aplicaciones visuales), nuestro tacto (mecanismos táctiles) y no menos importante, nuestro sentido “estético” (un celular bonito, acorde a la personalidad y al bolsillo). Muy pocos renuncian a este último sentido. Amigos o incluso nosotros mismos antes de adquirir un celular o al ver el de alguien más preguntamos ¿qué tal saca las fotos? o ¿de cuántos megapíxeles es? y ¿sirve para música? ¿cuánta capacidad tiene?
El celular, en los últimos años, ha minimizado la utilidad de las cámaras fotográficas (no así al entusiasmo de algunos fotógrafos y aficionados) y desplazado a algunos otros medios de comunicación como la computadora, pues ahora ya no es necesario ir a un ciber o encender nuestra pc de escritorio para mandar correos, checar el Facebook o enterarse de las noticias más actuales; ha también convertido a los walkman, discman y mini radios en obsoletos y penosos artefactos para escuchar música. Se han vuelto, algunos celulares, almacenes de sonidos, programas, información y sobre todo, imágenes: de familia, de paisajes, de acontecimientos que pensamos importantes, de noticias, de nosotros, de todo.
            Hoy en día volvemos la mirada a las imágenes, pero no sólo a las que producen aquellos que han construido la historia escrita, y que por ende, también han hecho imágenes, sino a las múltiples expresiones que las usan para manifestarse: cine, fotografía, caricatura, televisión y un largo etcétera donde destaca “el celular” que capta mucho de lo anterior (video, fotografía, señal de televisión). ¿Será que entonces tenemos en nuestras manos un mecanismo capaz de encapsular un trozo de la historia,  que como testimonio, tomamos, guardamos y compartimos? Así como ese largo etcétera anterior guardó múltiples formas de crear imágenes, recuperarlas, preservarlas y difundirlas ¿no será que estamos entonces negándonos al protagonismo de la recuperación del pasado de diversas maneras, simples, básicas y además, cercanas a nosotros? Es esa la importancia que ha venido en detrimento por la comodidad y las respuestas fáciles.
Salta inmediatamente a la escena otras preguntas ¿si es que tenemos en nuestras manos una genialidad tecnológica ¿qué postura deberíamos tomar los que construimos el pasado a través de las imágenes? ¿Y qué pasará con aquellos que se han anquilosado en la construcción de un pasado únicamente escrito? ¿qué tipo de Historia deberían enseñar en las escuelas y universidades, una visual, escrita, o la fusión de ambas? Las imágenes lanzan desafíos a las ciencias humanas, y retan a los historiadores _y por qué no decirlo, a todos los que usamos las imágenes para comunicarnos_, como ya lo ha mencionado Robert A. Rosenstone en su libro La historia en imágenes/ la historia en palabras: reflexiones sobre la posibilidad real de llevar la historia a la pantalla (Barcelona, 1997).
Concluir es también invitar a la continuación del diálogo, en este sentido, se abre una brecha para una larga discusión. Ojalá el tiempo asigne respuestas parciales a  problemas comunes ya que en las “no certezas” están los motores de la reinterpretación del conocimiento. Ojalá que nuestros ojos no se vuelvan ignorantes ante fenómenos cotidianos y permitan, cada que saquemos del bolsillo nuestros más avanzados sistemas tecnológicos, razonar la importancia que éstos adquieren y los alcances que para nosotros los hacedores de historia, pueden tener.
¿Qué visión de la tecnología portable y del protagonismo de las imágenes tienes ahora?


4 comentarios:

  1. Exelente Articulo Mestro Rodolfo, Un abrazo.

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  2. Me atrapo su prosa Mtro. Rodolfo, sencillamente me transporto.
    Por otro lado mi postura de hoy y siempre hacia la tecnología portable seguirá siendo la misma debería ser un objeto más simple, pero no podemos negarnos al avance tecnológico "aquel que no lo maneje quedará obsoleto" mencionan algunos, sin embargo debemos prestar atención al uso del mismo, tanto poder debe ser utilizado con mayor responsabilidad.

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  3. Exquisito su trabajo mi gran maestro, saludos, muy buena labor de su grupo

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  4. Tenemos herramientas que no debemos desaprovechar como el uso de la tecnología... Ya que en un tiempo posterior pueden ser testimonios de nuestros tiempos...

    Gracias Rodolfo...

    007

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