lunes, 21 de enero de 2013

El impreso durante la colonia


Lic. Tania Xochicale Corona
oru_elektra@hotmail.com

Quien poseía un libro impreso durante el periodo novohispano se consideraba un lujo, debido a dos aspectos: el primero relacionado al ámbito económico y el segundo, saber leer. Ciudadanos como: los comerciantes, eclesiásticos, artesanos, funcionarios, militares y uno que otro campesino fueron los únicos en acceder a un libro, algunos contaron con sólo uno y otros con más de 500 libros.
                Es importante mencionar que estos dos aspectos, fueron consecuencia de la situación comercial, geográfica y política que presentaba la Nueva España. Comenzando por el aspecto comercial, el libro pasaba por varios intermediarios seguido de lo geográfico factor que complicaba el traslado de un continente a otro y lo político que delimitaba la introducción de ciertos temas, así como la aplicación de leyes para la comercialización, además de otros factores. Debido a la centralización del país la mayoría de libros llegados de Europa o bien impresos en la Nueva España, se distribuían y compraban en su mayoría en las ciudades como México, Puebla, Oaxaca, Veracruz y Guanajuato. Sin embargo, a pesar de las normatividades comerciales e incluso reglas morales hubo la entrada de diversos temas como: historia, religión, ciencia, vocabularios de lenguas, entre otros. En el caso de temas relacionados con la política o de astronomía, se consideraron prohibidos sin embargo entraron de contrabando a la Nueva España.
A partir de los registros sobre todo de inventarios encontramos que no solo circulo y llego el impreso a las grandes ciudades sino también a pueblos, villas y pequeñas ciudades, e incluso hay registros de quienes contaron con bibliotecas grandes en dichos lugares. Un ejemplo es la biblioteca de Don Antonio Pineda Mina[1] capellán de nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala, que registró 97 ejemplares en su acervo personal.
Dicho personaje perteneció al clero por lo tanto, cualquier religioso sabía leer y tener fácil acceso para adquirir un impreso, incluso algunos fueron maestros, abogados, médicos además de ocupar un cargo como curas, obispos, inquisidores etc. Un estudio de la Dra. Cristina Gómez Álvarez refiere lo siguiente: “los comerciantes formaron el primer grupo como poseedores de libros y los eclesiásticos el segundo, seguido de los funcionarios, dependientes, artesanos, militares, profesionistas, campesinos, etc.”[2] Que fueran el segundo grupo los clérigos, refleja no sólo la facilidad económica para adquirir uno también el grado intelectual.
De los 97 ejemplares que tuvo la biblioteca de Don Antonio, 64 fueron del ámbito religioso algunos títulos como: Verdadero método de estudiar para ser útil a la Iglesia, Verdades Católicas: y explicación de la Doctrina Cristiana, Ceremonias de la Iglesia, Devoto Peregrino y viaje de tierra Santa, Un día lleno Devoto, Misa cantada, Sermones del Padre Lineri y Catecismo para el uso de los Párrocos formaron parte de su acervo, temas sobre historias de santos, catecismos, sermones, oraciones, guías para ser un buen devoto de la iglesia, de moral religiosa, ejercicios de piedad, toda una gama de instrucciones y guías para ser un buen devoto de Dios. De esta manera la iglesia influyó y educó en los monasterios, pero hubo otros religiosos que a pesar de pertenecer al clero, ampliaron su conocimiento científico en otras áreas como la medicina, política, astronomía y poesía, originando una oposición a la forma de gobierno de la Nueva España, sin embargo fueron pocos como el padre Fray Servando Teresa de Mier[3]. Siguiendo con el capellán, también conto con 3 libros de economía, 1 de astronomía, 5 de historia, 4 biografías, en cuanto al resto de ejemplares no se tiene más datos pero, de acuerdo al título, algunos son referentes a poesía, literatura y vocabularios de lenguas como el latín, Mexicano, Francés y Portugués,
                Durante la segunda mitad del siglo XVII no podía faltar en las bibliotecas los libros clásicos como Don Quijote de la mancha de Miguel de Cervantes, Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina Cristiana del padre Juan Martínez de la Parra y El Teatro Critico Universal de Benito Jerónimo Feijoo. Don Antonio Pineda contó precisamente con un clásico del Padre Juan Martínez de la Parra con tres tratados siendo del tamaño de un cuarto[4], es decir un libro pequeño. Referente a los datos registrados en el inventario, el tamaño de un cuarto predomino en su biblioteca y sólo uno es de un dieciseisavo, siendo el tamaño adecuado para traerlo consigo además de transportarse, incluso se vendía en tiendas.
Por otro lado, la posesión de un libro no indicaba que fuera leído, podría ser sólo un medio para dar una imagen intelectual o poder económico. Así como dicho personaje, es posible conocer más a fondo o tener otra perspectiva de personas importantes a partir de la vida privada así como material, objetos como los muebles, libros, ropa entre otros aportan información con el fin de conocer la posición ideológica, política, cultural y económica de cualquier persona. Siendo una fuente importante la lista de bienes anexa en el testamento.





[1] AHET, fondo colonia, siglo XVIII. (algunos testamentos tienen anexado un inventario de bienes y es precisamente en estas listas donde se encontraron dichos libros)
[2] Cristina Gómez Álvarez, Libros, circulación y lectores: de lo religioso a lo civil, 1750-1819, en Transición y cultura política. De la colonia al México independiente, México, Facultad de Filosofía y Letras/ UNAM, 2004, p. 27.
[3] Cristina Gómez Álvarez, “lecturas perseguidas: el caso del padre Mier” en Laura Suárez de la torre y Miguel Ángel Castro (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel, 1800-1860, México, Instituto de investigaciones Bibliográficas-UNAM, 2001, pp. 297-313.
[4] El tamaño de un cuarto y un dieciseisavo, fueron libros de bolsillo los cuales estaban entre los 20 y 30 cm de largo.

1 comentario:

  1. Es un hecho que los libros eran un privilegio de la élite, por ello, sería difícil hablar que a través de su rastro podemos saber qué se leía en una época, generalizando como si la sociedad fuera homogénea. Es un hecho, los textos sí influyeron en cierto actores sociales, actores que a su vez dirigieron masas, pero habría que pensar en qué leían, entendían, veían, o recibían los "de abajo", pues al final son ellos los que han protagonizado la mayoría de acontecimientos históricos.

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